Dos trozos de papel amarillento, guardados con celo en un álbum de fotos descolorido, contenían un tesoro de recuerdos de 1943. Eran los certificados de Primera Comunión de Lino y Lina, que habían recibido el sacramento en la parroquia María Auxiliadora de Berisso, la ciudad que los adoptó.

Lino y Lina eran hermanos inseparables, compañeros de juegos y travesuras. Juntos habían asistido a catequesis durante meses, aprendiendo sobre la fe católica y preparándose para el gran día. El día 6 de Enero de 1943, radiantes en sus trajes, tomaron la mano de su madre y su padre y caminaron hacia el altar de la parroquia María Auxiliadora, donde el padre los esperaba con una sonrisa amable.

La ceremonia fue emotiva y llena de significado. Lino y Lina, con el corazón lleno de alegría, recibieron la hostia consagrada, el Cuerpo de Cristo. En ese momento, sintieron una conexión especial con Dios y una profunda emoción los invadió.

Al salir de la iglesia, los dos hermanos sostenían con orgullo sus certificados de Primera Comunión, un recuerdo tangible de ese día especial. Los certificados, con letras doradas, eran un símbolo de su fe y de su compromiso con la Iglesia.

Con el paso de los años, Lino y Lina conservaron sus certificados como un tesoro preciado. Cada vez que los veían, recordaban con cariño aquel día de 1946 en la parroquia María Auxiliadora. Los certificados eran un testimonio de su infancia, de su hermandad y de su fe.

Hoy, los certificados son un legado familiar, un recuerdo de una época pasada y un símbolo de la tradición católica en Berisso. Los certificados nos invitan a reflexionar sobre la importancia de la fe y la familia, y nos recuerdan que los momentos más significativos de la vida son aquellos que compartimos con nuestros seres queridos.

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