Rodolfo Fabris, nacido el 12 de julio de 1926, fue un hombre excepcional cuya vida estuvo marcada por la vocación de servicio, el amor por su comunidad y la pasión por el arte y la cultura. Su camino comenzó en el Colegio Nacional, donde recibió la enseñanza de grandes maestros como Ezequiel Martínez Estrada y Jorge Romero Brest, y compartió aulas con René Favaloro. Más tarde, su vocación lo llevó a la Universidad Nacional de La Plata, donde se graduó como médico.

Desde muy joven, su compromiso con la sociedad de Berisso fue inquebrantable. Participó activamente en la vida social, cultural y comunitaria de la ciudad. Fue parte fundamental de la Comisión Popular Pro-Autonomía Municipal de Berisso y el primer presidente del Centro de Estudiantes y Egresados. Además, ocupó la vicepresidencia de la Sociedad de Bomberos de Berisso, donde impulsó la creación de Emeber, un servicio de emergencias que brindó asistencia a innumerables vecinos.

Como médico, ejerció con dedicación tanto en hospitales como en su propio consultorio, ubicado en la Avenida Montevideo y calle 19, dejando una huella imborrable en sus pacientes. Su vocación lo llevó también al ámbito público y gremial, desempeñándose como funcionario y concejal por el Partido Amube.

En su incansable labor por el bienestar de Berisso, dirigió el Hospital Larraín, contribuyó a la creación del Museo 1871 y fundó la Asociación Amigos de la Orquesta Sinfónica Municipal de Berisso, promoviendo la música y el arte en su querida ciudad.

El arte fue otra de sus grandes pasiones. Disfrutaba de la pintura y el dibujo, y sus obras fueron exhibidas con gran éxito. También encontró en la escritura una forma de expresar su amor por Berisso, plasmándolo en poesías y en su libro "Mi patria chica", donde revivió momentos históricos de la ciudad.

Su fascinación por la historia se reflejaba en su biblioteca personal, que albergaba más de dos mil ejemplares.
La música ciudadana tenía un lugar especial en su corazón, al igual que el placer de compartir con amigos y seres queridos. Como impulsor de la colectividad croata y organizador de la Fiesta del Inmigrante, su legado cultural trascendió generaciones. Su entrega y compromiso fueron reconocidos con un diploma otorgado por el Municipio de Berisso, un gesto que reflejó el profundo respeto y gratitud de su comunidad.

Su recuerdo sigue vivo en cada rincón de Berisso. Rodolfo Fabris no solo fue un hombre, sino una verdadera institución, un pilar de su ciudad y un ejemplo de entrega y amor por su gente. Su legado seguirá iluminando el camino de quienes, como él, sueñan con una comunidad más unida y llena de vida.