En el extremo sur de América, donde el viento aúlla y las olas chocan con fuerza contra las rocas, se encuentra el Canal de Beagle, un laberinto de islas y aguas que durante décadas enfrentó a dos naciones hermanas: Argentina y Chile.

La disputa por la soberanía de estas tierras australes había escalado hasta el punto de amenazar con un conflicto armado en 1978. Sin embargo, la razón y la diplomacia prevalecieron, y en 1984, con el retorno de la democracia a Argentina, el presidente Raúl Alfonsín tomó una decisión histórica: someter el Tratado de Paz y Amistad con Chile a la voluntad del pueblo.

El 25 de noviembre de 1984, los argentinos acudieron a las urnas para expresar su opinión en un plebiscito trascendental. La pregunta era clara: ¿aprobaban o no los términos del acuerdo que ponía fin a la disputa del Beagle?

La respuesta fue contundente: el 82,60% de los votantes respaldó el "Sí", abriendo así un nuevo capítulo en las relaciones entre Argentina y Chile. La participación fue masiva, un 70,09% del padrón electoral, lo que demostró el compromiso de la ciudadanía con la paz y la concordia.

Este plebiscito no solo resolvió un conflicto territorial, sino que también fortaleció la democracia argentina, recién recuperada tras años de dictadura. Fue la primera vez que un gobierno nacional convocaba a una consulta popular, sentando un precedente para la participación ciudadana en decisiones de Estado.

El plebiscito del Beagle fue un ejemplo de cómo el diálogo y la voluntad de paz pueden superar las diferencias y construir un futuro de cooperación y amistad. En el fin del mundo, donde las banderas flamean con orgullo, quedó grabada una lección de hermandad que trasciende fronteras y generaciones.