En el año 1976, el mundo resonaba con el eco de nuevas tecnologías y cambios. En los hogares, un pequeño aparato se había convertido en un compañero fiel: la afeitadora Philishave de Luxe, marca de la empresa Philips.

Este objeto, con su diseño robusto y su zumbido característico, era mucho más que una simple máquina. Era un símbolo de modernidad, de cuidado personal, de la rutina diaria que marcaba el ritmo de la vida.

La Philishave de Luxe, con sus cabezales giratorios y su acabado cromado, representaba la cúspide de la tecnología de afeitado de la época. Cada mañana, al encenderla, se iniciaba un ritual silencioso, un momento de introspección frente al espejo.

El zumbido constante de la máquina, un sonido que se había vuelto familiar, llenaba el baño, mezclándose con el aroma del jabón y la loción para después del afeitado. Era un sonido que evocaba la sensación de limpieza, de pulcritud, de estar listo para enfrentar el día.

Con el paso de los años, la tecnología avanzó, y las afeitadoras Philips evolucionaron, volviéndose más silenciosas, más precisas, más amables con la piel. Pero el recuerdo de la Philishave de Luxe perduró, como un eco lejano de una época pasada.

Hoy, al escuchar el zumbido de una afeitadora moderna, es imposible no evocar la imagen de aquella Philishave de Luxe, con su diseño clásico y su zumbido característico. Un recordatorio de que, a pesar de los avances tecnológicos, hay objetos que dejan una huella imborrable en nuestra memoria, que se convierten en símbolos de una época, de un estilo de vida, de un tiempo que ya no volverá.

Este artículo perteneció a Lino Pinarello.